
Esta conversación con Daria explora la manipulación del lenguaje en la era de la corrección política.
Cómo la neolengua se ha convertido en el arma más eficaz para limitar el debate y fabricar consenso.
Las palabras que usamos a diario parecen inofensivas, pero ¿y si fueran explosivos semánticos diseñados para controlar lo que pensamos?
El Lenguaje como Arma
La encontré en un café mínimo, uno de esos donde las mesas parecen diseñadas para que nadie quiera quedarse mucho tiempo. La música de fondo era un loop interminable de jazz barato y, en la mesa de al lado, un hombre tecleaba en su laptop como si estuviera declarando la guerra.
Yo estaba hojeando un diario que alguien había dejado olvidado, pero en realidad no leía: solo contaba cuántas veces se repetía la palabra “odio” en distintas secciones, como si fuera una consigna tatuada en cada página. Daria llegó tarde, como siempre, envuelta en un abrigo negro que parecía absorber la luz del lugar. Se sentó frente a mí, miró el diario, me miró a mí y sonrió con ese gesto que siempre anuncia dinamita.
Neolengua: Cuando las Palabras Dejan de Significar lo que Eran
—¿Jugando a la sopa de letras de la corrección política?
—Contando explosivos semánticos. La palabra “odio” apareció ocho veces en tres páginas.
—Es la magia de la neolengua: una palabra se repite tanto que deja de significar lo que era y empieza a significar lo que conviene.
—¿Conveniente para quién?
—Para los que diseñan el diccionario. Los políticos, los medios, las corporaciones, incluso los activistas. Todos entendieron que controlar el vocabulario es más efectivo que controlar ejércitos.
Me apoyé en la mesa, intentando que el murmullo de alrededor no se tragara la conversación.
El Invernadero de las Ideas: Lenguaje Cultivado, no Orgánico

—Pero el lenguaje siempre cambió. Las palabras nacen, mueren, mutan. ¿Por qué ahora sería diferente?
—Porque antes era un proceso orgánico, como un bosque que crece solo. Ahora es un invernadero con pesticidas, luz artificial y tijeras de podar. El lenguaje se está cultivando bajo órdenes de arriba.
—¿Me estás diciendo que hasta cuando digo “inclusión” o “democracia” estoy obedeciendo un guion?
—No exactamente. Lo que digo es que esas palabras ya no describen nada. Funcionan como sellos mágicos: las invocás y automáticamente cancelan cualquier debate. Nadie quiere quedar del “lado equivocado” de esos términos.
—¿Entonces no puedo usarlas nunca más?
—Podés usarlas, claro. Pero sé consciente de que llevan explosivos adentro. Es como arrojar un ramo de flores que esconde una granada.
El mozo pasó con una bandeja de cafés aguados. Daria lo siguió con la mirada y suspiró.
La Amputación del Idioma: Menos Palabras, Menos Pensamiento

—El truco es simple: reducís el vocabulario y reducís el pensamiento. Menos palabras, menos matices. La gente ya no puede describir sus matices, así que tampoco puede pensarlos. Manipulación del lenguaje sin piedad.
—¿Un vocabulario limitado equivale a una mente limitada?
—Exacto. Orwell lo explicó mejor que nadie: si eliminás la palabra “libertad”, la idea de libertad se vuelve impensable. La realidad no desaparece, pero deja de ser nombrable. Y lo que no se nombra, se vuelve invisible.
Me quedé en silencio, pensando en todas las veces que había repetido frases hechas sin medir su carga.
Conclusión: Nombrar lo Innombrable como Acto de Resistencia
—Es como si estuviéramos jugando una partida de ajedrez y alguien decide que la torre ahora se llama “inclusión” y que solo puede moverse si lo aplauden.
—Sí. Y mientras vos tratás de entender las nuevas reglas, ellos ya te dieron jaque mate.
El hombre de la laptop golpeó una tecla con tanta fuerza que casi nos hizo saltar. Daria lo miró de reojo y luego volvió a mí.
—¿Y cómo se le gana a eso?
—Nombrando lo innombrable. Aunque te cueste amigos, trabajos o reputación. El verdadero desafío es no dejar que te amputen el idioma.
—¿Y si ya estamos amputados?
—Entonces toca inventar nuevas palabras, nuevas metáforas, aunque parezcan torpes. Lo importante es resistir el guion que nos quieren vender como único.
Tomé el diario, lo doblé y lo dejé a un lado. Sentí que me ardía la lengua, como si todas las palabras que había repetido sin pensar se hubieran convertido en brasas.
—Entonces mediante la manipulación del lenguaje se intenta que el mismo no sea espejo de la realidad.
—No. El lenguaje es un arma. Y ya sabés cómo funciona: si no lo usás, te usan a vos.
Apéndice: Fuentes para Profundizar
- George Orwell, 1984: la “neolengua” como herramienta para reducir lo pensable.
- Victor Klemperer, LTI. La lengua del Tercer Reich: análisis de cómo el nazismo infectó el idioma cotidiano.
- Noam Chomsky, Manufacturing Consent: la manipulación mediática a través de marcos discursivos.
- Lingüística crítica contemporánea: estudios sobre framing, eufemismos y censura digital en redes sociales.
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